martes, agosto 12, 2008

Noruega


Como empezar para que me creáis... no os diría nada contar que las vistas eran espectaculares, quizás mejor imaginaos las montañas más altas posibles y pintadlas de un verde aterciopelado, mejor de muchos verdes distintos y acantilados de roca, añadidle luego múltiples cascadas que lleguen a vastos lagos rodeando las montañas. Luego daos cuenta de como los lagos forman una imagen especular de las montañas y las nubes, reflejando distintas imágenes a lo largo del día. Y ahí nos tenéis a nosotros, pequeñitos, con la boca abierta de no haber creído que algo tan impresionante existía fuera de la imaginación.
Pero como dicen, la realidad a veces supera la ficción y en este caso la superaba, desbordándonos con su belleza. Fuimos entre bosques, bajo lluvia, entre lagos, al nivel del mar y sobre las montañas, en el punto dónde el cielo se junta con la tierra y dónde la tierra se junta con el mar. Donde las montañas son tan grandes que da escalofríos saberse tan pequeño.
Así que cogimos las botas y caminamos entre montañas suaves y afiladas, nos tiramos esquiando sobre trozos de hielo que encontramos por el camino, lanzamos pan a las gaviotas para ver como lo cogían al vuelo y remamos por un lago de aguas de glaciar, de un celeste indescriptible.
Ese fue el viaje, como un sueño con colores reales, como los dibujos de un cuento de hadas que han escapado de su cuento.