Nuestra Praga
Praga, otra ciudad de belleza escondida en cada una de sus calles, como Lisboa, como Estambul. Sorprenden aunque ya sepamos que van a ser bellas. En cada rincón, al girar una esquina, observando como niños cuado ven las hojas girar con el viento, abriendo los ojos de forma que absorban todo, que graben esa imagen volatil.
La queremos llevar con nosotros, llevar su puente de piedra mojado por la lluvia, sus edificios oníricos, sus Pilsner Urquell y sus Dobrý den.
Queremos vivir como Kafka y los cubistas, discutiendo en los cafés en checo y cruzando el puente viejo, de Mala Strana a Stare Mesto, rodeados de castillos y niebla.
Y al final ahí ha quedado, no nos la hemos podido llevar, o tal vez un poquito sí, todavía puedo ver las calles adoquinadas y edificios con puntas imposibles que con el tiempo mi memoria confundirá con la imaginación.
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