miércoles, noviembre 22, 2006

Mar encrespado

Leo el libro de McCourt y me maravilla como capta la esencia de los adolescentes, esa que muestra su rebeldía, mar encrespado, como un velo que no llega a cubrir la niñez que aún late en ellos.
La primavera pasada tuve unos meses en Madrid haciendo mis practicas con chicos y chicas de 15, 16, 17 años, y aunque no diré que fue fácil fue una de las experiencias más gratificantes de mi vida. Estos niños se preparaban para trabajar, pasando de largo la escolaridad y con diferentes conflictos. Al conocerles hice como uno de mis profesores que más admiraba en la facultad, aprenderme los nombres de todos en los cinco minutos que se presentaron. Tienes que demostrar que conoces a cada uno de tus alumnos, la importancia de cada uno. Si haces esto bien quizás luego decidan hablarte. Quizás. Algunos. Luego te ponen pruebas. Te preguntan que si fumas. Que qué fumas. Que si quieres ser su novia. Y observan tus reacciones. Son un poco macarras, pero sólo aparentemente. Después de un tiempo te das cuenta de que confían en ti. Y después vienen preguntas más difíciles. Como si van a encontrar trabajo. Te cuentan que en sus barrios tienen que pelear para que no se metan con ellos. Y tú tienes que decirles que la violencia no es la respuesta, sin embargo... quién habla de la violencia de la sociedad que les ha marginado, que ha hundido a sus padres en el alcohol o la pobreza.
Cuando he ido a Madrid les he vuelto a ver, seguían muchos como imaginaba, unos mejor otros peor, los niños que me enseñaban sus raps en francés, a jugar a fútbol, los que han hecho a un autobús saltarse todas las paradas para dejarlos directamente y que dejaran de molestar, los que mirando un mapa del mundo me han dicho que si se acaba ahí, y cuando les he dicho que sí les ha parecido muy pequeño. Demasiado pequeño para sus almas ardientes por verlo todo.