domingo, septiembre 09, 2007

Un lugar al final del mundo


Era este el fin del mundo. Quien sabe por qué al final no lo fue. Sin embargo si en algún momento lo hubieran encontrado, si el mundo tuviera algún lugar dónde acabar, tendría que haber sido así de hermoso.
Y tal vez no acabó porque al final, como escribí sobre Edith Piaf, al final (no me creereis pero hay testigos) se oyó su voz quebrada y bajaron unas niñas en bicicleta, desde el castillo, con rosas en la boca y allí se pusieron a bailar sobre el suelo, mojado por la lluvia, La vie en rose.
La ciudad se llenó de gente y me dijo que tenía miedo, le miré sospechando algún delirio paranoico, sin embargo continuó diciendo que en realidad no es que no le gustara la gente, tal vez era que quería tanto que era eso lo que le daba miedo, este ya me pareció un razonamiento normal, casi típico, continuó diciéndome que la película no le gustó, no porque no le pareciera buena sino por esa sensibilidad, a veces excesiva, ante el sufrimiento, ante sentir demasiado.
Continué mirando la puesta del sol. Tal vez de todas formas de eso trataba la vida y allí no acababa el mundo, sino que seguía eternamente.

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