El pais donde nunca anochece
Volver a Uppsala y sentir una tranquilidad extraña. No hay estudiantes. Hace calor, No parece Uppsala. Pero ahí está la catedral y el castillo manteniendo un escenario vacío para el verano. Yo voy a trabajar pero se me antoja un mes tranquilo, los demás se van en mi trabajo y el tiempo es mío. Va bien quedarse una tarde de sol en casa, esperar un poco de lluvia e irse a dormir en algún momento, ya que nunca anochece. Así son las noches suecas.
Y recordar un auténtico viaje en tren, 15 horas de tren al norte de Suecia, y ni siquiera salimos del sur. Como un Barcelona-París. Con Johannes y su amigo Gabriel en un cajoncillo de tres literas. Traqueteo y paisajes de bosques y lagos interminables.
Luego en el norte las celebraciones vikingas de la llegada del verano, bailando alrededor de un palo cubierto de flores (no hay que ir a Oceanía para ver costumbres interesantes). Y como hay sol todo el día parece que no pasa el tiempo y que los cuatro días que estuvimos en el norte fueran uno solo lleno de cosas y con algunas siestas (no niego que alguna un poco larga)
El recuerdo más punzante es de cuando nos tiramos al agua y ya no agujas sino cristales de hielo me quitaron el aire, el habla y... por hablar demasiado, por la gracia de decir que nos bañaríamos y carecer del raciocinio que dice que a unos kms del polo no debe estar el agua muy calentita. Pero mmm refrescante.
Tal vez el deseo de bañarse nacía de unos magníficos rápidos que vimos el día anterior que bajaban a una velocidad impresionante (igual Johannes o Gabriel podrían poner un dato más preciso) creando cascadas y nubes de olas blancas, como las que veremos en Argentina cuando vayamos a Iguazú, algún día. Vaya ya he vuelto a Argentina accidentalmente.
Siempre acaban unos viajes y empiezan otros, aunque sean alrededor del mismo sitio
Más adelante pondré alguna foto que nos va a mandar Gabriel!