¿No son más peligrosos los sueños que pueden hacerse realidad?
A veces las cosas nos quedan de repente demasiado grandes. Son por las que hemos luchado, las que hemos deseado ardientemente, sin embargo llegan y nos aturden.
De pronto tenemos ese trabajo, y estamos en otro país, y nos dan nuevas propuestas, y nos corroe el miedo de no estar a la altura, de no estar preparados.
Un torrente de ideas nos invaden y casi nos sepultan, todos llegan de pronto, todos juntos, las personas, las tareas, las prisas, las exigencias, los compromisos, las expectativas...
Y aparecen mi reflejo en los cristales de las casas, llendo al trabajo con mi vieja mochila, porque no he conseguido crecer y llevar un bolso como las señoritas, no, estoy alli, con mi gorro, mi bufanda, mi mochila y la cara de los niños que se pierden en los centros comerciales.
Sobre mí cae lluvia de cosas por aprender, un idioma, dos idiomas, más estadística, más tecnologías, un par de culturas, alguna receta.
Mejor tener algo que aprender que nada, eso es cierto.
La inseguridad que nos invade cuando nos dan oportunidades, los sanos nervios antes de realizar una tarea importante.
Arg, no soporto los nervios. Otra cosa que aprender.